Leyenda del Karanda’y

Paisaje típico del estero de Ibera

La leyenda del KARANDA´Y (Copernicia alba) en los esteros de Yvera

by José Grassia. Julio 2023

Nota del autor: los términos en negrita son de la lengua nativa Tupi Guaraní hablada en esa región y pueden tener varias acepciones. El autor agradece a los diversos amigos de Paraguay y Corrientes por la colaboración en la interpretación de los términos guaraníes.

Cuentan los antiguos, que allá en la época de las grandes migraciones, cuando los guaraníes cruzaban la región que llamaron Taragui por la cantidad de lagartijas que encontraban, migrando hacia el sur en busca del kuarahy, la casa de Tupá, su Dios Supremo, hacedor del Sol y fuente de luz, ocurrió este hecho, relatado de noche en noche, de boca en boca y que se recuerda como leyenda.

La tribu de Ka’á Cati, llamada así por provenir de la región donde crecían las hierbas aromáticas, contaba con hermosas mujeres y recios guerreros. Era también tribu favorecida por Tupá, ya que sus Arandú, los ancianos sabios, eran los más acertados en las decisiones. Así, los caminos que elegían siempre eran los mejores, la tribu no sufría hambre ni corría riesgos.

Entre sus guerreros y oficiando de jefe se distinguía Karanda’y, un joven alto, duro como pocos, terrible en el combate y el primero en el ataque. Su superioridad hacia que los demás guerreros lo siguieran y respetaran.  

Tantos éxitos de la tribu de Ka’á Cati llenó de envidia a otras etnias y muchas de ellas se reunieron pensando en cómo atacarla y hacerse, además, con tan bellas mujeres. Tenían el gran problema de engañar a los sabios Arandú y tener que enfrentar a Karanda’y, a quien temían.

Recurrieron entonces al brujo Aguará añá (Zorro diablo) que vivía en el añá retá, el infierno de los brujos, quien les prometió que durante la próxima marcha crearía un sortilegio que impediría a los guerreros de Ka’á Cati defenderse, y que entonces cuando el sol mediara, debían atacarlos.

Los Arandú, ignorando toda esa maldad, indicaron la marcha a través del yvykua, un gran estero al que llamaron Yvera porque sus aguas brillaban con el sol. Se debía avanzar con el agua por la cintura durante mucho trecho hasta alcanzar, luego de un día, unas costas muy hermosas, casi el paraíso.

El brujo Aguará Añá indico a los atacantes esperar hasta que toda la tribu de Karanda’y estuviera cruzando el agua para desatar su ataque montados en sus yga, unas canoas improvisadas, ya que el payé, el maleficio desatado, les aseguraba dominar a los guerreros y apoderarse de las kuñatai, sus bellas mujeres.

La tribu de Ka’á Cati comenzó a avanzar por el estero, primero algunos guerreros, luego los ancianos y mujeres y finalmente ayudando a todos, los bravos guerreros de Karanda’y. Al mediar el día el pueblo estaba lejos de la costa donde salieron y a igual distancia de donde se dirigían.
Aguará Añá lanzo entonces el maleficio, aquel terrible payé, y seguro de su éxito subió a una de las primeras canoas, de las muchas que repletas de guerreros entraron al agua. Allí avanzaron rápidamente para caer sobre los desprevenidos, que ignorantes del peligro, estaban descansando un momento.

Karanda’y que marchaba detrás de todos, vio las canoas llenas de guerreros, se dio cuenta del ataque y con un sonoro Sapucai, su grito de alerta, llamo a los suyos al combate. El resto de la tribu debía seguir y ponerse a salvo.

Los guerreros de Ka’á Cati se pusieron en fila con el agua en la cintura, armaron sus arcos y pese a la superioridad de los enemigos no temieron. Karanda’y estaba al frente y por muchos que fueran sabían de su valor. Las primeras canoas comenzaron a lanzar flechas, y cuando los guerreros de Karanda’y trataron de contestar, el payé de Aguará Añá hizo su efecto quebrando arcos y cortando cordeles dejándolos indefensos. Karanda’y, y los que estaban primeros, recibieron una nube de flechas que pararon con el cuerpo. Todo parecía perdido, pero ya caído Karanda’y volvió a ponerse de pie con el cuerpo acribillado de flechas y con un Sapucai desgarrado de agonía clamo al Dios Tupá por su tribu y su desdicha de guerrero de no poder defenderla.

Los atacantes al oír el grito, vieron que Tupá lo había escuchado y que de los restos de Karanda’y y sus valientes guerreros se levantaba un muro de duras palmeras de troncos altos, cuyas hojas llenas de fuertes espinas semejaban las plumas de guerra de los caídos.. 

Trataron de pasar, pero era imposible. Las palmeras estaban tupidas. Las canoas al chocar se rompían y ni siquiera marcaban el duro tronco, las hachas de guerra rebotaban en la corteza, los guerreros caían al agua y sufrían mil cortes de las hojas con espinas que allí estaban sumergidas.

El pueblo de Ka’á Cati llego a salvo al otro lado del estero donde comenzaba el paraíso. Cuando preguntaron por sus guerreros, el más viejo de los Arandú señalo el palmeral que se veía, y con lágrimas en los ojos puso un trozo de tabaco en el agua como homenaje. 

Así nació la palma Karanda’y, la más dura de todas, de firme tronco y bellas hojas con espinas en gancho. El Tupá, el Dios de los Guaraníes, ante la maldad y la traición, premio el valor de los guerreros que caían por su pueblo y los volvió eternos, dándoles la forma de esa hermosa palmera que crece en los esteros,

El palmar de Karanda’y y los fuertes ganchos que protegen sus hojas
Palmeras Karanda’y durante las crecientes de los ríos

 Fuente: Leyendas del Litoral

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