Algunas consideraciones acerca de
Corrales de palmas Butia odorata
By José Grassia – junio 2023
INTRODUCCIÓN
Al sur del estado de Rio Grande do Sul, Brasil y prolongándose por el este de la República Oriental del Uruguay a través de casi la totalidad del departamento de Rocha a lo largo de lo que se llamó el “camino del indio” (Fig 1) coincidente casi en su totalidad con la actual ruta 16, se encuentran actualmente distintas construcciones de uso rural destinadas básicamente al manejo del ganado bovino y equino. Entre dichas construcciones destacan las destinadas a corrales de distintas dimensiones y formas construidas con palmeras vivas abundantes en la zona.
Pocos son los datos y registros históricos que permitan conocer y comprender el por qué, el cuándo y el destino específico de dichas construcciones y para ello se torna imprescindible revisar algo de la historia de aquellos tiempos y regiones. El factor económico determinante de la mayor prosperidad de los pueblos guaraníes del Río Uruguay, integrantes con los del Río Paraná de las Misiones Jesuíticas del Paraguay, fue el ganado bovino, cuantioso capital en semovientes que extraían del pródigo criadero natural llamado la Vaquería del Mar, cuyo núcleo principal se encontraba en la privilegiada región pastoril del sureste uruguayo que tiene como centro la cuenca del Río Cebollatí.
La Vaquería del Mar fue descubierta a principios de 1680, por una partida de vaqueros tapes (Guaranies) del pueblo de Yapeyú que comandaban los Padres de la Compañía de Jesús, Gerónimo Delfín y Domingo Rodiles, justamente por los mismos días en que el portugués Manuel Lobo estaba haciendo construir los primeros ranchos pajizos de la Colonia del Sacramento, coincidencia fortuita que merece señalarse por la gravitación que tuvieron ambos hechos en la gestación del Uruguay como nación independiente. Algunos años después los vaqueros de Yapeyú iniciarían la extracción de ganados cimarrones de la Vaquería del Mar, con destino a los pueblos de Misiones que hasta entonces habían tenido un desarrollo lento y aleatorio; con este aporte pudieron mejorar rápidamente su nivel de vida y emprender conquistas más avanzadas, tanto en lo económico como en lo social y espiritual.
Esos ganados los abastecían de la mayor parte del alimento, sebo, cueros y bueyes, quedando disponible de este modo un excedente considerable de fuerza de trabajo que pudo ser volcado íntegramente al desarrollo progresivo de los pueblos mediante la labor, del común y para el común, técnicamente planificada y dirigida por expertos sacerdotes y hermanos Jesuítas que eran enviados con ese propósito desde los centros más evolucionados de Europa (Campal Esteban )
Existen evidencias paleo ambientales de que la palmera Butia odorata está presente en la región desde hace al menos unos 20.000 años (del Puerto 2011b) Fig 2a. De acuerdo al paradigma dominante sobre el poblamiento humano de América y a la información arqueológica existente para la región, el butiá ya estaba presente cuando arribaron los primeros pobladores humanos. Si bien existen varios testimonios que hacen referencia a que los primeros pobladores de la región de los palmares llegaron hace unos 8500 años (López Mazz 2013), la población prehistórica que habitó esta región de forma más permanente, ha sido la de los Constructores de Cerritos. Estos pobladores habitaron la región desde hace unos 5.000 años de forma permanente hasta entrada la colonización del Río de la Plata. (Dabezies, J M )
Existen diversas evidencias de que estos grupos consumieron diversos vegetales, aunque no se sabe ciertamente el grado de manejo que hacían de ellos. Muchos de estos vegetales presentan un consumo muy extendido en toda la prehistoria americana, como es el caso del maíz, zapallo, poroto, etc. Pero también se han identificado en el registro arqueológico diversos vegetales silvestres, lo cual permite suponer que el consumo de vegetales era amplio y diverso. En el caso de los vegetales utilizados con fines alimenticios «las palmeras figuran entre los recursos más relevantes, dada la multiplicidad de partes de la planta consumibles, que pueden ser aprovechadas en distintas épocas del año» (del Puerto 2011a:27). En el caso de plantas empleadas como materia prima para diferentes tecnologías «una vez más, las palmeras, las cañas y las bromeliáceas se encuentran entre los recursos con más referencias de uso, secundadas por las totoras, la envira, varios juncos, curupíes, tala y algunas pajas» (del Puerto 2011a:30) La evidencia más antigua es de hace 8500 años, datación obtenida directamente a partir de un fruto de Butia sp carbonizado, encontrado en un sitio arqueológico (López Mazz, et al. 2004). También se han encontrado microrrestos de hojas y frutos de palmas en sedimentos en varios sitios arqueológicos.
La economía de Rio Grande do Sul al norte de la laguna Merin y el arroyo Chuy y la de los territorios de Rocha, al sur de los mencionados límites geográficos, en los siglos XVIII y XIX se basaba en la extracción de cuero y carne salada, que tenía dos rutas de destino, los puertos de Montevideo y Rio Grande. En este contexto, el abigeato y el contrabando fueron inmensos y los ranchos saqueados obligando a los gobiernos a impulsar leyes para reprimir el tráfico.
Estas disputas por territorios de la región entre portugueses y españoles, da origen al Tratado de San Ildefonso, en 1777, estableciendo los “Campos Neutrales”, con el propósito de hacer límites, es decir, un espacio para ser respetado por las dos Coronas. Biblos, Rio Grande, 1 (1): 69-80, 2010. 75
Los Campos Neutrales comprendieron el territorio que actualmente cubre los municipios de Santa Vitória do Palmar y Chuy, en el extremo sur de Brasil, y los bañados de San Miguel en el norte de Uruguay
Los sitios históricos y arqueológicos ubicados en la región (Oliveira; Teixeira, 2005; 2007; Oliveira, 2009) testificar eventos de la civilización humana que han resistido el tiempo y crecimiento socioeconómico. Datos recopilados en el campo registran el paso de los indígenas, que ocuparon prácticamente todos los lugares donde pudieran asentar a sus familias de forma segura y cerca de los cuerpos de agua dulce.
La llegada de los colonizadores portugueses y españoles interfirió drásticamente sobre las culturas nativas. En la investigación de campo, a través de rastros materiales, es posible observar el agotador trabajo de los negros y nativos al mando de señores terratenientes. Aún se pueden identificar rastros de los “mojones” que sirvieron como límites de las propiedades conocidas como “aisgnaciones”; también en la construcción de los potreros y en la posible participación en la construcción de los cercos y corrales de piedras y palmeras que servían de recintos para el ganado.
Las poblaciones indígenas, Charrua, Minuano, Arachanes, Yaros y otros, principalmente Minuano y Charrua, que fueron los primeros habitantes encontrados en estas tierras por los recién llegados descubridores europeos, fueron severamente castigados por la colonización de su medio natural, convirtiéndose en un problema para los colonos.
Los indígenas, a su vez integrados a su hábitat, obtienen otro medio de supervivencia: la caza de ganado salvaje. El caballo, uno de los principales elementos adoptados por los indígenas, a pesar del aprecio por la sangre y la carne de potro, se volvió fundamental para sus actividades alrededor de las pampas
El dominio no estaba restringido solo al caballo y al ganado, sino al hecho de estar adaptados y conocer estas regiones. La bola (boleadora) era, entre sus herramientas, la más utilizada para atrapar el ganado chucaro, previamente hecha por sus antepasados, y que fuera asimilada por el colonizador.
La región tiene un relieve llano formado por sedimentos marinos de eventos causados por la subida y bajada del nivel del mar debido a deshielo polar y congelación durante el período Pleistoceno y el Holoceno (Correa, 1996). El paisaje consta de dos grandes Lagunas, Mirim y Mangueira, humedales, y arroyos. La geografía de la región brindó un ambiente lleno de comida. para la subsistencia y reproducción de varios animales. La flora, típica de zonas pantanosas, tenía varias especies y debido a la actual economía del monocultivo de arroz, una gran parte se encuentra al borde de la extinción.
Al sur de la laguna Mirin y el Chuy, Departamento de Rocha, territorio uruguayo, en la franja costera que abarca los bañados de San Miguel, la laguna Negra y la laguna de Castillos, sobre suelos bajos temporal o parcialmente anegados, principalmente Gleysoles limosos (Gley húmicos diferenciados). Los suelos dominantes son profundos, imperfectos a pobremente drenados, algo diferenciados y de fertilidad alta. Asociados a estos, se encuentran ocupando las partes deprimidas del paisaje, Gleysoles menos diferenciados y peor drenados. El material geológico está constituido por sedimentos arcillo limosos de edad cuaternaria y Planosoles de texturas francas y limosas, profundos, de drenaje imperfecto y fertilidad media, de relieve plano con meso relieve débil. También están asociados Argisoles limosos y limo arcillosos, profundos de imperfecto drenaje y fertilidad media. (Colominas G. 2016)
Estos humedales se generaron a consecuencia de la interacción de dos ambientes fundamentales: abanicos aluviales evolucionando desde el oeste y planicies mareales por transgresiones marinas de diversa magnitud desde el este (Montaña y Bossi 1995). Estas planicies estarían identificadas por tres subregiones de acuerdo a nivel de altitud: en llanuras bajas, con comunidades hidrófilas paludosas (inundación permanente principalmente en invierno); medias con comunidades uliginosas (inundación esporádica) y altas donde crecen las pasturas naturales principalmente de ciclo estival, a su vez presenta cerros y serranías que interrumpen las llanuras en varios puntos de la región. (Colominas G. 2016)
En la vegetación de la zona se pueden distinguir tres ecosistemas distintos. El más extenso es la región de pastizales, donde las palmeras son el elemento arbóreo principal, asociadas a un estrato herbáceo de gramíneas mayormente de ciclo estival de diferentes géneros como Andropogon, Axonoppus, Bothriocloa, Eragrostis, Paspalum, Panicum, Stenotaphrum; leguminosas como Adesmia bicolor y otras ciperáceas y juncáceas. Estas últimas forman manchones específicos en zonas de inundación permanente de las llanuras bajas. En las llanuras altas y medias se desarrolla básicamente una vegetación uliginosa, junto al tapiz herbáceo. Aparecen manchones de pajonales con comunidades monoespecíficas principalmente de Panicum prionitis (paja brava), Paspalum quadrifarium (paja mansa) y Erianthus angustifolius (paja estrelladora). También hay caraguatales (Eryngium pandanifolium) asociados a sitios de inundación esporádica (Millot et al. 1987). En esta área de palmares el pastoreo continuo del ganado, hace que no haya “renuevos” ya que son consumidos, asimismo el pisoteo constante que realiza el ganado en suelos de alta humedad dificulta la germinación. Esto data de la época de la introducción de la ganadería, de 1611 en adelante, modificando las relaciones entre los herbívoros nativos y el entorno vegetal, desplazándolos o desapareciéndolos. (Colominas G. 2016)
La zona de parque, es una transición entre los pastizales y el bosque. Presenta especies asociadas de los otros dos ecosistemas. Las palmas se mezclan con árboles de bajo porte arbustos y pastizales.
Por último, está el bosque, que es el más rico en diversidad tanto de flora como de fauna. Presenta varios niveles de composición vegetal con distintas condiciones de humedad, temperatura y luminosidad. A pesar de su escasa densidad, las palmas componen el estrato arbóreo alto junto con Ficus luschnathiana. Luego hay un estrato de árboles de menor altura, como Blepharocalyx tweediei (arrayán), Myrsine laetevirens (canelón), Eugenia uniflora (pitanga), Scutia buxifolia (coronilla) y arbustos, entre otros Colletia paradoxa (espina de la cruz,) Daphnopsis racemosa, (envira), Mytenus ilicifolius (congorosa) y por debajo un estrato de gramíneas de pequeño porte, herbáceas y helechos como Adiantum y Adiantopsis (Colominas G. 2016)
Cabe destacar que en la región crece por excelencia, la palmera Butia odorata (Barb.Rodr.) Noblick, Palms (1999+) 55: 48 (2011) (ex Butia capitata) en palmares casi puros, asociados a áreas abiertas de pastizales y palmares mixtos de palmas y bosques descritos en el párrafo anterior. (Colominas G. 2016) Fig 2b
Actualmente, las concentraciones significativas de palmeras son:
En territorio brasilero: cerca de los arroyos Marmeleiro y Del Rey (localidad de Cordão) y en la costa de la laguna Mangueira; cerca del pantano de Taim; cerca del casco urbano de Santa Vitória do Palmar, donde los ejemplares comienzan a volverse más raros; al oeste, bordeando la laguna Mangueira, todavía sobreviven en áreas aisladas, y al este, a lo largo de la laguna Mirim, hasta las cercanías de la localidad de Proveedores, es donde hoy todavía podemos observar una significativa concentración de palmeras, pero que actualmente no alcanza el 30% de la extensión que tuvo antes de la llegada de la ganadería y la agricultura arrocera (Oliveira y Teixeira 2009). El mayor desarrollo del cultivo del arroz, la menor presencia de otras especies arbóreas en la zona y ninguna protección legal de las palmeras son quizá las mayores causas de esta situación, en comparación con los palmares de Rocha en Uruguay. (Colominas G. 2016)
En territorio uruguayo, Butia odorata se distribuye en el este del Uruguay, principalmente en el departamento de Rocha, formando dos densos palmares el de Castillos y el de San Luis. Se encuentran en forma más aislada en los departamentos de Cerro Largo, Treinta y Tres, Maldonado y Lavalleja. (Colominas G. 2016)
En este contexto se encuentran estructuras que se supone tenían la finalidad de delimitar estancias y encerrar el ganado, construidas con piedras algunas, con palmeras vivas otras y algunas mixtas.
CONSTRUCCIÓN EN PIEDRA SECA
Las construcciones de piedra seca tienen un origen muy antiguo que se remonta a los primeros ensayos de sociedades complejas agro-pastoriles del Viejo Mundo, entre el tercer y quinto milenio antes de nuestra era. Las estructuras en piedra más tempranas se asocian a este período neolítico, pero de allí en más han sido tradicionales en todo el mundo. En Europa en particular tienen una tradición milenaria y constituyen parte del paisaje cultural de las islas Británicas e Irlanda, de la costa e islas del Mediterráneo, además de Galicia, León, Asturias y los Pirineos. También tienen una gran tradición en las islas Canarias. La técnica europea de la piedra seca llega al Río de la Plata precisamente con los inmigrantes de estos sitios, principalmente vascos, italianos, catalanes, gallegos y canarios.
En el Río de la Plata la técnica de la piedra seca se desarrolla en el medio rural a través de diferentes tipos de estructuras. En cuanto a los cercos y corrales conviene realizar una precisión terminológica ya que existen denominaciones específicas para cada caso. Tomando como base la obra de Daniel Granada (1890) diferenciamos cercos de corrales, y asi resulta:
• Los corrales de piedra seca son estructuras cerradas de forma circular o cuadrangular de dimensiones altamente variables, desde una decena a varios cientos de metros de lado en las poligonales y de hasta 150 m de diámetro en las circulares. Por lo general, tienen una o dos entradas o porteras; cuando son dos se localizan opuestas. Las paredes son de sección trapezoidal y pueden ser de pared simple o doble. El desarrollo de la pared es compacto excepto por los pequeños huecos que, situados en lugares estratégicos, sirven de drenaje a las aguas interiores. Su función es la guarda transitoria de animales.
• Los cercos de piedra seca son las estructuras de mayor extensión alcanzando cientos o miles de metros, apenas interrumpidos por las sendas o caminos o por accidentes geográficos como cursos de agua o acantilados. Cumple la función demarcadora de las propiedades al tiempo que sirve de barrera para diferenciar las haciendas propias de las ajenas. Por su extensión y por consiguiente el alto volumen de piedra demandado en su construcción requiere que exista disponibilidad en superficie del recurso así como la facilidad de su extracción y los medios para transportarla. Su construcción solo ha sido posible en los sitios dónde se dan las referidas condiciones naturales y la suficiente disponibilidad de mano de obra y conocimientos constructivos. Es frecuente encontrarlos en las serranías pedregosas y en las colinas o lomadas asociadas a afloramientos rocosos en escarpa. (Florines A., Geymonat J. y Toscano A. 2011) Fig 3 y 4
En base al estudio de las publicaciones sobre la historia local, se obtuvieron los nombres de los propietarios de los campos desde mediados del siglo XVIII hasta fines del siglo XIX. Tomando dichos nombres como punto de partida, se consultó el archivo del Juzgado Letrado de Maldonado, en el Archivo General de la Nación de Montevideo. El estudio realizado sobre los testamentos, particiones, inventarios y tasaciones de los bienes de dichas personas, evidenció la ausencia o al menos la falta de mención, de cercos de piedra en sus campos hasta la segunda mitad del siglo XIX. (Florines A., Geymonat J. y Toscano A. 2011)
Edad de los corrales y palmares
A pesar de que Chebataroff (1974) estima que los ejemplares de Butia odorata que integran los palmares en Castillos podrían tener una edad entre 200 y 300 años, ninguna evidencia científica actual nos permite afirmarlo
No obstante, los corrales de palmas resultan anteriores a los cercos y corrales de piedra y aquí se suscita la primera controversia ya que Oliveira, O. A. en el libro M’Botía Ecosistema único en el mundo. Pagina 202, ( Fig 5) manifiesta que los corrales de palmas podrían haber sido construidos a principios del siglo XVIII , mientras que, en el mismo libro a página 206 los autores indican la mitad del siglo XIX como fecha posible de construcción ( Fig 6 ).
Por su parte Dabezies et al. (2021) en su trabajo Encierros ganaderos en la frontera colonial de la Banda Oriental pp 352, indica: “Estos corrales habrían sido construidos entre las últimas décadas del siglo diecisiete y finales del dieciocho, con reutilizaciones y eventos constructivos posteriores, durante los siglos diecinueve y veinte”.
Estos tres autores discrepan en aproximadamente un siglo y medio en la datación de los corrales de palmas
Lo cierto es que el notable botánico Auguste de Saint-Hilaire, en 1820, menciona un corral de palmas en la zona de Castillos, siendo aparentemente, la primera mención de estas construcciones
“Hoy he visto muy lindas praderas, con butiá plantados en círculo y muy cerca unos de otros: su follaje se mezcla produciendo una impresión muy agradable. Estos árboles son trasplantados cuando ya son grandes y prenden muy bien. En esta región usan el tallo de las hojas viejas de butiá para hacer fuego.” ( Auguste de Saint-Hilaire. 1820 )
Según Barrios Pintos (2013) en torno a 1677 ya habría en este sector unos cuatro millones de vacas, presuntamente ganado doméstico escapado de las misiones del Río Uruguay, convertido en ganado feral. Constituía el principal reservorio de ganado para las misiones jesuíticas de los ríos Uruguay y Paraná. Las ilustraciones de esa época presentes en las memorias del padre jesuita Florián Paucke (1944 [1778-1779]) dan prueba de ello.
Un ejemplo de esto es el relato de 1705 del padre Juan María Pompeyo y el hermano Silvestre González que en sus diarios escriben detalladamente cómo, junto a 100 indios tapes (guaraníes) de 13 pueblos misioneros, realizaron una gigantesca tropeada de más de 400.000 cabezas de ganado (Cardiel y González 1968 [1705]). Para algunos autores, buen número de estas vacas fueron tomadas del fondo de la Vaquería del Mar, en la zona comprendida entre el arroyo Valizas y la actual ciudad de Castillos. Las toneladas de mantas, tabaco, yerba y alcohol que el padre Pompeyo y los indios misioneros transportaron fueron usadas para negociar con los caciques Guenoa-Minuanes la colecta de este ganado (Perdomo 2012). Las artes ganaderas de los tapes también quedaron recogidas en los escritos del padre Cardiel (Cardiel y González 1968 [1705]).
Los corrales
Como ya se mencionó, en el Departamento de Rocha, Uruguay y en el sur del Brasil, pleno hábitat natural de Butia odorata (ex B. capitata) se hallan construcciones antiguas de lo que fueron identificados oportunamente como corrales para equinos y bovinos. Fig. 7
En Brasil: zona de Santa Vitoria do Palmar, RS., se encontraron catorce corrales (tabla 1). Siete tienen forma circular, con una superficie que oscila entre los 1.380 m² y los 3.110 m². Siete son de forma cuadrangular, con una superficie entre 625 m² y 1.000 m². Seis son conjuntos aislados y ocho forman conjuntos de hasta cuatro unidades.
En Uruguay: La región circundante a la ciudad de Castillos, en el Departamento de Rocha – Uruguay, tiene una treintena de corrales de los cuales en la tabla 2 se enumeran los construidos con palmas
En Castillos está ubicado el mayor palmar de Butia odorata del mundo, considerado Patrimonio de la Humanidad, protegido por la UNESCO. Estos abundantes vegetales sirvieron de material para la construcción de recintos para el manejo de animales. Esta región del sur de Brasil y el norte de Uruguay estaba desprovisto de otros tipos de árboles que hacer posibles tales construcciones, tal como lo manifiesta Saint-Hilare, y la palmera presentaba en ese momento la solución más eficaz, Aparentemente bastaba trasplantar las palmeras, sin necesidad de cortar para hacer postes para cercas, dando como resultado cercados duraderos y sin problema de pudrición de la madera. Por eso, consideramos importante buscar su funcionalidad, trabajando con la hipótesis sugerida por la tradición oral, que constituían ubicaciones estratégicas para las tropas que cruzan los campos neutrales.
No solo hay discrepancias en la época de construcción de estos corrales sino también en la finalidad, usos y sistema constructivos de los mismos y no existiendo evidencias escritas o retratadas, nos valemos de los conocimientos populares de los habitantes de la zona, transmitidos oralmente de boca en boca y a través de las generaciones. La falta de evidencia científica hace que toda la información sea “opinable e interpretable” lo cual nos permite incorporar nuevas ideas a un tema por demás interesante
Sistema constructivo
José Manuel Pérez Castellano (1814) menciona en sus escritos en el primer capítulo y como primer punto, la importancia de los cercos para la agricultura familiar como protección de los vegetales allí cultivados, destacando la frustración y perdidas económicas que implica la destrucción de los mismos por los animales silvestres o domésticos, manifestando: “ ¿Qué zozobra no es la del labrador que, después del penoso afán del día, se acuesta pensando que pueden en aquella noche destruirle los sembrados, de que espera la subsistencia de todo el año: ¿Qué aflicción y qué desaliento no es el suyo cuando se levanta y los ve destruidos? Pues esta zozobra y desaliento es el que se evita haciendo de antemano un buen cerco, que le resguarde sus sembrados y arboledas.”
En su descripción de tales cercos, menciona la construcción de los mismos con zanjas o plantas vivas como Membrillos (Cydonia oblonga), Talas (Celtis tala), Tunas (Opuntia ficus-indica) y otras especies y aunque no menciona específicamente las palmeras es razonable pensar que, si las Butia estaban disponibles en cantidad, fueran utilizadas a esos efectos.
Desde el punto de vista cronológico, Pérez Castellanos comienza sus escritos con el siguiente párrafo:
“Observaciones sobre agricultura que he podido hacer en el espacio de más de cuarenta años que cultivo la chácara que actualmente poseo sobre el miguelete.” Lo cual nos sitúa en la década de 1770.
Por su parte, Benjamín Nahum (1968), corrobora lo dicho por Pérez Castellano y amplia nombrando los cercos de piedras utilizadas en aquellas ubicaciones donde estuvieran cerca y fáciles de utilizar y que los cercos de cina-cina (Parkinsonia aculeata), uña de gato (Dolichandra unguis-cati), tamarices (Tamarix gallica), acacias, talas (Celtis tala), etc. eran los más frecuentes, y, si bien no las menciona, nuevamente es imaginable el uso de las palmeras y así lo entiende B. Nahun ya que ilustra el texto con una imagen de un cerco de palmeras (fig 8)
Esta foto resulta interesante ya que muestra ejemplares adultos plantados muy cerca uno de otros, con raíces adventicias, lo que parece ser una zanja de desagüe por delante y no se observan daños en los estípites. Esto nos permite aventurar las siguientes deducciones
- Las palmas fueron trasplantadas jóvenes ya que las curvas del estípite así lo indica, pero con un tronco ya formado y con el grosor cercano al definitivo debido a la falta de crecimiento secundario propio de las palmáceas. Tomlinson, P.B. 1990
- Se aprecia muchas raíces adventicias lo cual se podría interpretar como falta de espacio para desarrollar su sistema radicular o asfixia de raíces por plantación profunda.
- Tomando una relación de diámetro de la base del estípite se puede determinar que la imagen muestra una altura del estípite entre 2,8 y 4,00 m de altura donde se observa estrechamiento anormal solo en 2 de 6 palmas. Fig. 8
Por su parte Dabezies et al. 2021 en su excelente trabajo Encierro ganaderos en la frontera colonial de la banda oriental pp 350, menciona que: “El análisis de las marcas de estrechamiento en las palmas (presente en el 98% de las palmas), sumado a las otras evidencias morfométricas, nos permite afirmar que su origen está asociado al trasplante de las palmas y no al cerramiento de los corrales. El evento de trasplante involucra un estrés que puede dejar marcas de estrechamiento en el tronco a la altura en donde se estaba generando el crecimiento apical en ese momento.” Ver Tabla 2. Fig. 9
Sin embargo, no pareciera haber evidencia botánica suficiente que sustente estas afirmaciones, ya que los innumerables trasplantes actuales de ejemplares de B. odorata adultas desde los campos naturales a las ubicaciones con fines ornamentales, no muestran estas características y las mencionadas marcas de estrechamientos no son observables. Evidentemente que un porcentaje tan alto de ejemplares con dichas marcas habla de eventos mecánicos masivos de origen antropogénico y no aleatorios como podrían ser los generados en los trasplantes.
Tampoco resulta aceptable pensar que la inmensa mayoría de las palmeras fueran trasplantadas del mismo tamaño y que todas tuvieran las mismas reacciones al trasplante de tal forma de generar marcas de iguales características y a las mismas alturas (98 % sobre 1374 palmeras presentes actualmente en 16 corales. (Dabezies et al. 2021. Tabla 2)
Los estudios realizados acerca del trasplante de palmeras desde el paisaje natural a sitios con fines ornamentales, nos da cuenta de que es suficiente un cepellón de aproximadamente 15 cm a partir del estípite a cada lado y 30 cm de profundidad para que la palma se establezca con éxito y crezca normalmente. Asimismo, estos estudios detallan que la época más propicia para el éxito de los trasplantes es el comienzo de la primavera y verano, aprovechando las altas temperaturas que benefician el desarrollo y crecimiento de las nuevas raíces o aquellas que se ramifiquen. (Broschat y Meerow 1997)
Por su parte Pittenger, D.R, Downer, J.A., and Hodel D. 2000, concluyen en su trabajo Palm root regeneration and its significance in transplanting…” Para muchas especies de palmeras, la mayoría de las raíces se encuentran dentro de los 30 cm (12 pulg.) del tronco y, en climas mediterráneos, son producidas más abundantemente durante los meses cálidos, especialmente en el verano. Las palmas necesitan raíces y brotes activos en crecimiento para establecerse rápidamente después del trasplante. Las palmas pueden ser trasplantadas durante todo el año en regiones cálidas donde, en el aire y el suelo, las temperaturas son casi siempre suficientes para asegurar el crecimiento de raíces y brotes. Por el contrario, las palmas son mejor trasplantadas al comienzo de la estación cálida en regiones donde las temperaturas del aire y del suelo son insuficientes para asegurar el crecimiento durante varios meses del año. Así, lo mejor al momento de trasplantar palmeras en climas mediterráneos es al final de la primavera hasta principios del verano porque esta época proporciona un período largo y cálido que promueve el crecimiento de raíces y brotes para garantizar un establecimiento rápido. Cepellones con un radio de 30 cm desde el tronco y 30 cm de profundidad son adecuados para la mayoría de las palmas cuando trasplantan porque este tamaño captura más de la mitad de las raíces.” (Traducción propia al castellano).
Asimismo, en la Tabla 4 de la misma publicación, se menciona que la especie Butia capitata (actualmente B odorata) con cepellón de 15 cm, regenera el 42% de sus raíces cortadas en el trasplante, lo cual aseguraría largamente la supervivencia del ejemplar trasplantado sin inconveniente alguno.
Es interesante recordar aquí el caso de Syagrus romanzoffiana, especie largamente utilizada como ornamental por miles en todo el mundo y que debido a la facilidad de trasplante se la cultiva a campo y se trasplanta de adultas con estípites de gran tamaño.
S romanzoffiana y B odorata están clasificadas ambas de la siguiente forma: Familia Arecaceae, Subfamilia Arecoideae, Tribu Cocoeae, Subtribu Butinae, lo cual las hace similares en muchos aspectos y comportamientos, a tal punto que suelen hibridarse naturalmente.
Al respecto podemos decir que un porcentaje muy bajo (estimadamente 1%) de los ejemplares de S. romanzoffiana trasplantadas de adultas, con estípite formado, presentan un aumento del grosor del tronco (crecimiento secundario) debido, probablemente, a que han perdido la casi totalidad de sus raíces en el trasplante y el ejemplar tuvo que generar nuevas raíces y en este proceso también genero un aumento de grosor por crecimiento secundario acompañado, en algunas ocasiones, por emisión de raíces adventicias en el sitio del cambio de diámetro. Pero en ninguna circunstancia se observó estrechamientos como los que nos ocupan. Ver Fig 12
Desde el punto de vista práctico de la ejecución de los trasplantes, es de suponer que las palmas fueron plantadas a una profundidad similar a la que tenían en el campo originalmente (entre 0 y 15 cm), ya que una plantación más profunda generaría un sofocamiento de raíces con una elevada perdida de ejemplares. Broschat, T.K. 1995b. Tomlinson, P.B. 1990
Esta profundidad sería insuficiente para mantenerlas erguidas en su sitio y que realmente cumplieran su función de contener los embates de los animales. Es muy probable entonces que se les agregaran varejones transversales de otras maderas atadas fuertemente con tientos de cueros crudos mojados, tal como manifiestan Geymonat, G y Rocha N. 2009 en su libro M`botia: Ecosistema único en el mundo.
Estas ataduras, a lo largo del tiempo, serian la causa más probable de los daños que presentan las palmeras en forma de estrechamientos en sus troncos mayormente en alturas similares.
También es muy posible que las marcas de clavos, ya sea metálicos o de maderas duras, en forma vertical se deban al clavado de cueros de vacunos con la finalidad de confeccionar cerramientos transitorios, como si de puertas se tratara, por donde ingresaran/egresaran los animales al corral. Fig 13ª y 13b
Otras de las teorías que se manifiestan es que dado que los corrales fueron construidos en zonas donde la densidad de los palmares era alta, se habrían aprovechado las palmas que se encontraban en lugares adecuados del perímetro del corral y se extrajeron las demás, ya sea para reubicarlas en el diseño o para descartarlas. (Geymonat, G y Rocha N. 2009 en su libro M`botia: Ecosistema único en el mundo. Pp 204). Esto permitiría disponer de algunos ejemplares firmemente enraizados que servirían de soporte para los recientemente trasplantados mediante los varejones transversales atados con tientos, ya mencionados.
Este método constructivo es muy útil para los corrales cuadrangulares ya que sería muy simple aprovechar palmeras existentes y agregar otras al diseño rectilíneo. Pero en aquellos de forma circular, es poco viable que se hallaran palmeras ubicadas en el diseño curvo que, por cierto, es casi perfecto.
Reflexiones en voz alta.
Es evidente que las estructuras destinadas a los corrales, cualquiera sea su sistema constructivo y material utilizado, estaba destinadas a encerrar los animales de trasporte y trabajo, (caballos y mulas) o para tareas específicas como el marcado y castrado o para proteger algunos cultivos domésticos del ganado feral. Nadie podría imaginar siquiera que arreos de varios miles de bóvidos pudieran encerrase en estos corrales.
La primera inquietud que me surge, es:
¿Por qué usar palmas vivas, con todos los inconvenientes que trae aparejado, si cortar troncos y plantarlos es mucho más simple?
No podemos perder de vista que hacer estas estructuras con palmas vivas requería un periodo de tiempo considerable y los corrales no podían utilizarse hasta que las plantas estuvieran arraigadas adecuadamente. También es necesario contemplar que muchas de las palmeras debieron morir en el trasplante rudimentario de la época y la falta de agua de riego oportuno, obligando al reemplazo de innumerables ejemplares periódicamente, amen que las bostas y orines concentrados complicaban más las cosas. (Fig 14)
El trasplante en sí mismo no es fácil ni sencillo. Un ejemplar de B. odorata con un tronco de 1,80 m de alto más la corona de hojas y el cepellón adecuado, podría pesar más de 150 kg con toda seguridad, lo cual no la hace fácil de trasladar ni de plantar y mantenerla erguida y fuerte. Tampoco es simple cavarla del sitio original para trasplantarla con las herramientas disponibles en la época.
A lo anterior hay que sumarle la necesidad de contar con los corrales lo antes posible y los trasplantes requieren, al menos, un año completo para que la palma este arraigada adecuadamente y se sostenga por si misma.
Por otro lado, hacer los corrales con troncos cortados de las palmas, permitirían enterrarlos profundamente para darles resistencia. El traslado sería mucho más simple, ya que podrían ser arrastrados sin deterioro, la utilización de la construcción seria casi inmediata y erigidos dentro del palmar contarían con la sombra de las palmas circundantes, amen de los frutos y hojas para alimento.
Respecto de la duración de la madera de las palmas, es interesante manifestar que por lo normal un poste de palma suele tener una duración entre 4 y 8 años sin deterioro, pero la reposición es tan simple que este deterioro no cobra importancia.
Entonces la pregunta es: Porque palmas vivas y no solo los troncos?.
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BIBLIOGRAFIA
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