«nuestro desconocido amigo»
por Tomás Font Pérez
Introducción
El Sabal es, sin duda, una de los géneros más apreciados por los aficionados europeos, pues, junto a su indudable atractivo porte, se suman a una serie de características como: su rusticidad, amplia adaptación a todo tipo de suelos, la ausencia de espinas o dientes en pecíolos, que siempre son una molestia, la fácil germinación de sus semillas, y sobre todo, su resistencia al frío y a las heladas de corta duración; características estas que han hecho del Sabal una palmera muy popular y muy difundida por todos los países, cuyo clima se encuentra en esos imprecisos límites donde la palmera empieza ya a escasear.
Pero en contraposición a esta gran difusión del Sabal, nos encontramos con la dificultad de clasificar con cierta exactitud la «especie» de Sabal que contemplamos en cualquier jardín, incluso el que tenemos en nuestra propia casa. El Sabal, es sin duda, una de las palmeras de más difícil identificación en cuanto a afirmar con seguridad de que especie se trata. Los distintos autores que sobre el Sabal han escrito a lo largo del tiempo, han contribuido inconscientemente a llenar de confusión el intrincado camino hacia la clasificación taxonómica de los Sabales o Palmetos. Muchos Sabales reciben el mismo nombre y otros muchos nombres corresponden al mismo Sabal; fácilmente se pueden contar más de 90 nombres de Sabal que han sido descritos en una u otra ocasión.
El intento de poner algo de orden en el mundo de los «Palmetos» comienza con L. Bailey que en 1944 publica en Gentes Herbarum su estudio sobre «Palmetos de América»; desde entonces, muchos autores han aportado su granito de arena poniendo unas veces luz y otras oscuridad en el intrincado camino de la clasificación taxonómica.
En los últimos años (1990) Scott Zona en su impresionante y magnífico trabajo monográfico «A Monograph of Sabal (Arecaceae.- Coryphoideae)» nos ha regalado una visión clara y esperamos definitiva sobre el Sabal.
En este artículo pretendo resumir y «digerir» el trabajo de Scott Zona y las últimas notas sobre Sabal, haciéndolos mas asequibles al aficionado medio, prescindiendo en lo posible de toda descripción relacionada con la histobotánica y genética, basándose solo en aquellas diferencias morfológicas (tronco, hojas, inflorescencias, etc.) que nos permitan, de una manera sencilla y sin recurrir al laboratorio, el identificar con la mayor aproximación posible un Sabal determinado.
En su trabajo, Scott Zona contempla solo como «aceptados» 15 Sabal:
Posteriormente (1991) Hermilo Quero ha encontrado diferencias marcadas en una población mexicana de Sabales, descubriendo una nueva especie el Sabal gretheriae. Yo no lo incluyo en este trabajo porque las diferencias entre el S. mexicana y el S. gretheriae, son a nivel cromosómico, luego para el aficionado medio es una sofisticación exagerada y no cumple el propósito de este artículo.
La distinción entre estos 15 Sabal, como dije anteriormente, vamos a basarla solo en el estudio de sus caracteres externos y visibles sin apenas apoyo técnico y estos datos a valorar, pasan por la observación de los cinco detalles morfológicos siguientes.
1. El tronco. Estípite
Del tronco o estípite debemos observar, en primer lugar, si se trata de una palmera con un tronco o acaule, carente del mismo; luego, si el grosor es llamativo o mínimo; hay troncos que llegan a los 60 cm. de diámetro mientras que otros no sobrepasan los 15 cm.
En el tronco hay que observar su lisura, las posibles marcas con aspecto anillado y la persistencia o no, de restos de pecíolos de las hojas ya caídas.
2. La hoja
Tras comprobar la ausencia de dientes en el pecíolo, de la hoja, nos interesa observar: sus dimensiones, la presencia o no de «filiferos» (normales en todo Sabal joven y que solo en el S. marítima, persisten en el adulto), en el número de folíolos y la unión entre los mismos, pues hay especies en que los folíolos se encuentran separados (S. mauritiiformis) o unidos en pequeños grupos, (S. yapa) y otras en que la hoja aparece completa.
La presencia de la costilla, característica del Sabal, es importante que la observemos, ya que en algunas especies es fuertemente manifiesta, mientras que en otras, como el S. minor, la costilla es muy corta y la hoja queda dividida en dos mitades. El color es un dato importante, el verde, común de todos ellos, puede convertirse en glauco en el caso del S. uresana.
3. La inflorescencia
La inflorescencia es otro dato a observar a la hora de decidir a que especie pertenece el Sabal objeto de nuestro estudio, de ella hay que mirar con detenimiento el ángulo con el que emerge entre las hojas; por lo menos distinguir si es de 90° con la horizontal o sea vertical o erecta, o por el contrario, es pendulosa o arqueada, esto es muy importante.
Por otro lado, el número de ramificaciones que va de 2 a 4, nos ayudará a corroborar el diagnóstico realizado. El estudio de la raquilla, su sección, su inclinación y su tamaño, han sido motivo de estudio pensando que en él estaría la clave de identificación; pensamos que solo en el S. uresana, su asiento fusiforme es una característica diferenciadora.
4. La flor
El cuarto dato importante a tener en la mano antes de pronunciarse sobre, de que Sabal se trata, es la flor. Blanco cremosa, con una fragancia característica, de ella solo nos interesa un detalle: la observación de los pétalos.
Los sépalos que forman el cáliz son como las hojas del Sabal «costapalmadas»; o sea, tienen una formación central a modo de costillas en todas las especies, a excepción del S. yapa, que, por ser más carnosos pasan desapercibidos o son difíciles de identificar.
Pero en los pétalos, esta «costilla» solo se da en el S. mexicana y en el S. guatemalensis. Lo observaremos con más facilidad si dejamos secar la flor.
El pétalo puede tener forma espatulada o urceolada y solo en el S. yapa es triangular.
5. El fruto y la semilla
Para la identificación solo nos interesa observar en el fruto dos características: su tamaño y su forma. Los tamaños oscilan entre 6,5 y 27,5 mm. y aunque dependen de muchos factores externos como son, años secos o lluviosos, alimentación y cuidados en general, nunca un S. minor podrá tener el fruto del tamaño de un S. pumos, por poner un ejemplo.
En cuanto a la forma, el aspecto «piriforme» o «esférico» es determinante para la identificación de cualquier Sabal. La semilla tiene menos valor taxonómico, su tamaño y color no es determinante, solo su cubierta lisa y brillante se convierte en áspera y algo rugosa en el S. uresana, dato este que ayuda a corroborar su clasificación.
Bien, una vez tengamos controlados estos cinco puntos podremos aventurarnos con bastante acierto a establecer el diagnóstico definitivo sobre el Sabal que queremos clasificar. Para continuar nuestro trabajo, a los distintos Sabales los dividimos en grupos según sus características externas más llamativas.
Un primer grupo estaría formado por aquellos que tienen como nota predominante el tronco grueso, llamativamente grueso (entre 45 y 60 cm.).
Sabal causiarum – Sabal domingensii – Sabal marítima
A estos Sabales se les ha denominado anteriormente como S. blackbumiana, S. umbraculifera, S. princeps, S. jamaicana.
Nunca podríamos confundirlos con los otros doce restantes por su importante envergadura.
¿Cómo diferenciarlos entre ellos? Muy fácil, solo el S. marítima tiene la inflorescencia vertical, los otros dos, inclinada o pendular. El S. causiarum tiene el fruto esférico y el S. domingensis el fruto piriforme.
Otro grupo lo formarían los Sabales acaules o de bajo porte. Son Sabales que con 30 ó 40 años aun no tienen un tronco formado, o apenas unos centímetros y que en toda su vida alcanzaran a lo sumo un metro de altura. Y estos son:
Sabal minor – Sabal etonia – Sabal miamiensis
Diferencias entre ellos:
El S. minor y el S. etonia, tienen la inflorescencia vertical y solo el S. miamiensis la tiene arqueada y larga. El S. minor tiene una inflorescencia larga que sobresale por encima de las hojas. El S. etonia tiene la inflorescencia corta que apenas alcanza el tamaño de la hoja; por otra parte, el S. minor es el único Sabal que apenas es costapalmado, su corta y escasa costilla divide a la hoja en dos mitades separadas por una gran hendidura, mientras que el S. etonia es fuertemente costapalmado.
Otro escaso grupo, por así llamarlo, lo forma en solitario:
Sabal uresana
Forma parte él solo porque su color azulado lo diferencia de todos los demás y, como anteriormente hemos mencionado, su semilla rugosa nos ayudará a confirmar el diagnóstico.
El cuarto grupo estaría formado por aquellos Sabales que tienen el estipe o tronco delgado. Llaman la atención por su esbelta delgadez llegando al mínimo de unos 15 cm. de grosor y son:
Sabal yapa – Sabal mauritiiformis – Sabal pumos – Sabal rosei
Los dos primeros S. yapa y S. mauritiiformis, tienen personalidad propia pues los foliolos no están unidos entre sí como el resto de los Sabales sino que su separación llega casi hasta el hástula, dando un aspecto desordenado como si la hoja estuviera maltratada y rota por el viento. Las diferencias entre ellos son varias:
El S. yapa, es el único que tiene las flores con pétalos triangulares y carnosos (gruesos) y además los folíolos están unidos en grupos de dos, mientras que el S. mauritiiformis tiene los folíolos totalmente separados y agrupados en tres o incluso cuatro por grupo. Los folíolos agrupados están (connatos), unidos en el 50 % de su longitud en el S. yapa y solo en un 30% en el S. mauritiiformis; o sea, que el S. mauritiiformis tiene un aspecto mas desflecado. La inflorescencia del S. yapa, está ramificada en tres órdenes y la del S. mauritiiformis en cuatro órdenes.
Los otros dos Sabales de tronco fino tienen las hojas más enteras como el resto de los Sabales y se diferencian entre sí por tener el S. pumos la inflorescencia muy corta, menor que la longitud del pecíolo mientras que el S. rosei tiene la inflorescencia tan larga o más que la longitud de la hoja. Ambos tienen el fruto muy grueso (característica esta importante a la hora de cerciorarnos de su identidad). El fruto del S. pumos es mayor por otra parte y como curiosidad debemos comprobar que el S. yapa y el S. mauritiiformis tienen la inflorescencia vertical, mientras que el S. pumos y el S. rosei la tienen arqueada.
El último grupo lo forman aquellos Sabales que no están incluidos en los anteriores grupos. Ni son gruesos en exceso, ni delgados llamativamente, ni son acaules, ni son de color azul; o sea, se ven más vulgares y difíciles pues de identificar si no aplicamos las siguientes reglas.
Como veis hemos ya descartado once Sabales y solo nos quedan los cuatro siguientes:
Sabal mexicana – Sabal guatemalensis – Sabal bermudana – Sabal palmetto
Estos Sabales, debido a las condiciones de su crianza, adoptan formas, tamaños y coloraciones variables lo que ocasiona fáciles confusiones si no se atiende escrupulosamente a las claves de identificación.
Dos de ellos tienen frutos piriformes, el S. guatemalensis y el S. bermudana; los otros dos son esféricos. Dos de ellos tienen en los pétalos de la flor una «costilla» similar a la formación que presenta la típica hoja de Sabal, estos son el S. mexicana y el S. guatemalensis. O sea:
Fruto esférico con costilla en el pétalo: S. mexicana
Fruto esférico sin costillas en el pétalo: S. palmetto
Fruto piriforme con costilla en el pétalo: S. guatemalensis
Fruto piriforme sin costillas en el pétalo: S. bermudana
Como veis y solo en esta última ocasión, hemos tenido que recurrir a estrategias más meticulosas, como es el estudio de la flor. La mayoría de las flores de los Sabales tienen esta formación a modo de costilla en los sépalos, pero en los pétalos solo en estos dos Sabales el S. guatemalensis y el S. mexicana y, para observar mejor este detalle, lo correcto es dejar secar la flor, ya que entonces se pone más de manifiesto.
Otra serie de detalles ayudan al diagnóstico en este último grupo: por ejemplo el S. bermudana presenta en el tronco unas cicatrices que le dan un aspecto mas o menos anillado y, en su inflorescencia, la división de 3° orden de la raquilla se hace debajo de la bráctea, lo que le da aspecto de «cola de caballo» (raquilla fasciculada); el S. palmetto suele mantener restos de los pecíolos de la hoja desprovistos de la palma, en la parte alta del estípite.
Por último, es preciso resaltar que los Sabales jóvenes son imposibles de clasificar, aunque valiéndonos de una serie de observaciones, podremos descartar los Sabales que con seguridad no son.
Por ejemplo, si la hoja tiene costilla claramente manifiesta, podemos estar seguros que no es un S. minor. Si el color del Sabal es verde, seguro que no es un S. uresana. Hay Sabales que fructifican muy pronto; así es, que si la inflorescencia es corta o larga o vertical o arqueada, aplicando lo anteriormente dicho, podremos deducir muchas cosas, por ejemplo una inflorescencia arqueada nos descartaría al S. yapa, S. etonia, S. minor, S. mauritiiformis y S. marítima. Si el fruto es esférico o piriforme, podríamos otro tanto con los quince Sabales que tenemos para encuadrar al nuestro. El tamaño también nos da ideas, si el fruto es pequeño, seguro que no es ni un S. pumos ni un S. miamiensis, S. rosei, o S. uresana.
Aún así, aunque estas ideas nos acercan a un diagnóstico de certeza bastante bueno, sigo pensando que el Sabal es un género difícil de identificar.