Un viaje al Quindío, Colombia.
by José Grassia, junio 2024
Durante los meses de marzo y abril de 2024, Leonel A. Mera de República Dominicana, Gerardo Frache de Uruguay y yo desde Argentina, programamos un viaje a Colombia con la finalidad de visitar los bosques de palmas de cera del Quindío.
Arribamos a Bogotá, capital de Colombia, cada cual desde su respectivo país, el 22 de abril y desde allí volamos juntos a la ciudad de Armenia, capital del departamento del Quindío y una de las principales ciudades del Eje Cafetero Colombiano, a unos 300 km al oeste de la capital y 1550 msnm en el occidente del piedemonte de la Cordillera Central.
El aeropuerto de Armenia nos recibió con tres hermosos ejemplares de Syagrus sancona plantados como ornamentales en el acceso a la terminal aérea, altos, firmes, elegantes como gigantescos guardias de honor que nos dejaron boquiabiertos en ese atardecer inesperado.
Syagrus sancona en Aeropuerto El Edén, Armenia Colombia
En la zona de arribos nos esperaba Johan, un simpático, correcto y servicial muchacho con un cómodo automóvil para llevarnos hasta nuestro alojamiento en la localidad de Salento, a unos 30 km por carretera pavimentada y una altitud promedio de 2000 msnm.
Salento, considerada la puerta de acceso al valle de Cocora, hábitat de la palma de cera del Quindío, es una localidad pequeña, de casas bajas, estilo colonial y multicolores. La actividad cafetera y el turismo son las principales actividades de la zona donde habitan unos 8000 pobladores entre urbanos y rurales. La plaza de Bolívar es el centro cívico del pueblo donde está ubicada su iglesia y otras dependencias civiles como así también comercios y restaurantes que atienden al importante flujo turístico y es la base de contratación de vehículos para trasladarse a los valles cercanos en Jeeps 4×4 imprescindibles para moverse en las carreteras de tierra y piedra de esas montañas.
Temprano en la mañana siguiente nos dirigimos a la plaza central a los fines de conseguir transportación hacia el valle de Cocora. En esta plaza pudimos apreciar abundante presencia de Ceroxylon alpinum, la mayoría con varios enormes racimos de frutos rojos, bien maduros que nuestro amigo Gerardo se ocupó en recolectar. Ejemplares de todos los tamaños y edades, desde rosetas hasta individuos muy altos.
Plaza Bolívar en Salento.
En esta plaza contratamos un jeep, nosotros y 4 pasajeros más y nos trasladamos hasta el valle de Cocora por carretera asfaltada, viaje que duro apenas 15 minutos ya que resulto ser muy cercano. A medida que recorríamos el camino comenzamos a ver las primeras palmas de cera, altísimas ellas, en valles nublados a 2500 msnm, cubiertas por la niebla de la mañana.
Gerardo cosechando frutos de Ceroxylon alpinum en la base de Jeeps de Salento
El paisaje resulto idílico e impactaba visual y emocionalmente nuestros sentidos. El jeep nos dejó en un centro turístico muy amplio, varias hectáreas, limpio, conservado y con mucha gente local para atender el turismo. Los recorridos para ver y disfrutar de las palmas de cera se pueden realizar tanto a pie como a lomo de caballo por amplias veredas de piedra y angostos caminos serpenteantes entre el bosque y la vegetación natural donde campean a sus anchas tanto árboles como palmas de distintos tamaños y edades.
Muchas son las palmas muertas en pie que se puede observar en los recorridos. También es evidente que el ganado y el turismo están impidiendo la renovación de los palmares, donde los renovales no encuentran el entorno adecuado para prosperar.
Palmas muertas en el valle de Cocora
Cayendo la tarde arribamos nuevamente a nuestro alojamiento y organizamos con Johan, nuestro joven chofer, para al día siguiente dirigirnos con un jeep rentado hasta el valle del rio Toche, en la finca La Carbonera, temprano en la mañana ya que se trataba de un recorrido de varias horas.
El nuevo día comenzó con lluvias intermitentes y nieblas. Abordamos el jeep contratado al mando de nuestro nuevo chofer John Jairo, un corpulento lugareño de mediana edad, conversador y ameno que resulto conocedor de esos montes, valles y montañas y nos fue dando información de la naturaleza del lugar con mucha sapiencia y soltura. Partimos aun de noche, con lluvia y niebla por las sendas montañosas, tomando finalmente un camino rural de tierra y piedra, accidentado y culebrero, sorteando pozos y zanjas abiertas por las precipitaciones. Afortunadamente nuestro chofer sabía perfectamente lo que hacía y maniobraba con pericia y agilidad ese jeep todo terreno, subiendo y bajando, a 3400 msnm
Ese camino, apenas superior a 44 km, nos llevó más de 3 horas recorrerlo entre barro, pozos, lluvia, niebla, curvas y contra curvas, pero a medida que aclaraba el día y comenzamos a ver el paisaje nos íbamos maravillando con esa belleza sin igual, impoluta, inmensa y natural.
La carretera por la que transitábamos es El Camino Nacional, la trocha que comunicaba a Ibagué con Cartago, fue durante casi 300 años una de las principales rutas de comunicación entre Santa Fe de Bogotá y el occidente del País, y entre el Virreinato de la Nueva Granada y el Virreinato del Perú. Fue una vía alterna al Paso de Guanacas, que comunicaba a Bogotá con Popayán a través de Neiva y Timaná, y el cual era peligroso debido a los constantes ataques de los Paeces, Pijaos y Yanaconas, los pueblos originarios que habitaban la zona del Cauca. Por el Camino Nacional, llamado entonces el Camino del Quindío, transitaron en 1801 los naturalistas Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland, y fue allí donde descubrieron los imponentes bosques de palma de cera. También por este camino transitó Simón Bolívar a comienzos de enero de 1830, de regreso de la Campaña de Tarqui. Fue el camino que tomaron también varios naturalistas como Jean Baptiste Boussingault (1826), Isaac Holton (1850), Edouard André (1876) y muchos otros forjadores de la historia de Colombia. La parte más famosa, difícil e imponente del camino era el sector entre Toche y el cruce de la Cordillera Central, donde los extensos bosques de palma de cera causaron la admiración de todos los naturalistas que atravesaron esa ruta. En la actualidad es todavía ese tramo el que conserva los más grandes palmares de Ceroxylon quindiuense, el Árbol Nacional de Colombia. Allí, en medio de los palmares, se encuentran todavía extensos fragmentos del Camino Nacional, entre potreros y relictos de bosque.
Después de un par de horas de camino, accidentado y lodoso, llegamos hasta el Alto de la línea, a unos 3300 msnm, Esta zona es llamada así ya que se trata del límite entre los departamentos de Quindío y Tolima y a partir de allí se comienza a bajar por el valle y se puede tener las primeras vistas maravillosas.
Toda esta zona de la cordillera central, incluido el valle de La Carbonera, fue un campo de batalla entre el ejército colombiano, los paramilitares y la guerrilla durante los primeros años de la década del 2000. El Valle de la Carbonera en especial, estaba controlado por las fuerzas de las FARC y resultaba inaccesible y este es uno de los motivos por el cual el valle y su vegetación de palmas se conserva mucho mejor que otros sitios donde se están extinguiendo las Palmas de Cera.
De pronto, pasando una de las innumerables curvas del camino podemos ver los primeros bosques de palmas diseminados por valles, quebradas y laderas……nos shockea, nos asombra, no damos crédito a nuestros ojos, demasiada inmensidad y belleza !!!.
Generalmente al hablar de las palmas de cera se piensa en Cocora y sus inmensas praderas con algunas palmas salpicadas por aquí, por allá y acullá, aunque la verdad es que ese valle solo es una foto que nos muestra una imagen de un palmar moribundo donde las palmas existentes son incapaces de multiplicarse para sostener la población existente. Se trata de palmeras condenadas a muerte por el paso del tiempo y que ya están terminando su ciclo. El bosque de palmas no es capaz de renovarse, no hay brotes, no hay ejemplares jóvenes que reemplacen a los moribundos a futuro. La deforestación para crear praderas y criar ganado y la explotación turística ha eliminado el estrato boscoso donde se desarrollan los renovales de las palmas y, sin nuevos brotes, el palmar está condenado.
Aquí se hace necesario recordar el proceso de crecimiento de la palma de cera del Quindío:
El valle del Rio Toche (Finca La Carbonera) con una superficie aproximada a las 33.000 Ha, presenta una situación distinta y aloja a la mayor población de palmas de cera del mundo. Unos 600.000 ejemplares vegetan en estas laderas y quebradas. Imposible comparar con las apenas 6.000 palmas del valle de Cocora..y en disminución…
Nuestro guía y chofer John Jairo y las primeras vistas de los valles y sus palmares
Finalmente , y ya de día, llegamos a un sitio en la Finca La Carbonera donde comenzaría nuestra recorrida por el valle , ingresando a pie en los palmares de los cañones y quebradas en aquellas laderas empinadas cubiertas con pastizales exuberantes y escalonadas por los antiguos cultivos de papas o patatas (Solanum tuberosum).
Es muy curioso, pero la conservación de este valle se debe principalmente a las situaciones de política y guerrilla, ya que fue territorio ocupado por las FARC y esta restricción, produjo la conservación de los bosques. Los acuerdos de paz de 2016 hicieron accesibles muchas zonas vedadas por la guerrilla y se pudo ver las grandes diferencias entre estos territorios conservados y los explotados para ganado o fincas cafeteras. En consecuencia, el valle de La Carbonera nos muestra un paisaje congelado en el tiempo. Una vista del “ayer” que nos permite estudiar cómo eran aquellos bosques antes de la intervención humana.
Desde este sitio continuamos nuestra incursión a pie, por terreno natural, agreste e inclinado, sin camino, sin veredas, simplemente por los pastizales insólitamente densos que crecen por esas altitudes y que tanto apetecen los vacunos. Entramos a un islote de monte para estudiar su composición y recoger semillas. Encontramos palmas de distintas edades reproduciéndose perfectamente. Una biosfera sana, activa y pujante.
Un par de horas más tarde continuamos nuestro recorrido, rodeando las zonas más altas e inaccesibles pasando por distintos manchones de bosque y palmas, laderas y quebradas donde el poco ganado disfruta de estas praderas en potreros bien delimitados y lejos de los rodales de palmeras.
Son muy pocas las palmas muertas, en pie o en el suelo y también observamos la utilización de este recurso importantísimo para la economía rural que la madera de estos vegetales ofrece.
Gerardo sentado en una palma muerta, de 30 m de longitud y el aprovechamiento de la madera en construcciones rurales
La caminata fue de unos 5 Km pero nos llevo unas 2 horas ya que las condiciones no eran fáciles, la altura dificultaba la respiración, lo tenue del aire quemaba el pecho, todo era un esfuerzo y la curiosidad nos demoraba a cada paso para no perdernos ningún detalle del paisaje.
Por fin llegamos nuevamente a la carretera donde nos aguardaba nuestro Jeep en una casa rural en la que ingerimos algunas arepas con queso casero y jugos para hidratarnos, mientras conversábamos de bueyes perdidos con la dueña de casa que amablemente nos atendió.
Luego del merecido descanso, emprendimos el viaje de regreso por la misma ruta, agotados, pero con el alma llena de satisfacción por lo realizado ese día.
En el camino de regreso pudimos apreciar con detalle la vegetación circundante donde helechos arbóreos (Cyathea arborea y otras especies) campean por todos lados con sus inconfundibles figuras, poblando banquinas, laderas, grietas y quebradas, de todos los tamaños, agrupados o solitarios. Las Cecropias destacaban con sus copas plateadas en los bajíos , cerca del agua, y cientos de otras especies como Magnoleos, Dracaenas, Annonas, Peperomias, Tibouchinas y muchas mas que me fue imposible identificar al paso.
Helechos arbóreos Cyathea sp
También pudimos avistar algunos ejemplares de palmas cespitosas de los géneros Prestoea y Aiphanes de los cuales se recolecto semillas.
Aiphanes concinna
Prestoea acuminata
Finalmente, y cayendo la tarde, llegamos a Salento y pudimos relajarnos en nuestro alojamiento, donde la conversación giro en torno a las aventuras y vivencias cursadas durante la jornada. Los tres coincidimos en una decisión …debemos regresar al Quindio…!!!!
De der a izq : Gerardo, Leonel y José en el Valle de Cocora
Bibliografía consultada :
Bernal, Rodrigo; Galeano, Gloria; Sanín, María José. Plan de conservación, manejo y uso sostenible de la palma de cera del Quindío (Ceroxylon quindiuense), Árbol Nacional de Colombia – Universidad Nacional de Colombia. Grupo de Investigación en Palmas Silvestres Neotropicales; Coord. Técnica: Higuera Díaz, Diego – Minambiente. Dirección de Bosques, Biodiversidad y Servicios Eco-sistémicos. Bogotá D.C.: Colombia. Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible; Universidad Nacional de Colombia, 2015.
Galeano, G. & R. Bernal. Palmas de Colombia. Guía de Campo. Editorial Universidad Nacional de Colombia. Instituto de Ciencias Naturales-Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. 688 pp.
Sanin Ma. Jose, Galeano Gloria. A revision of the Andean wax palms, Ceroxylon (Arecaceae) Instituto de Ciencias Naturales, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia, Apartado Aéreo 7495. Phytotaxa 34: 1 –64 (2011)
Diaz Piedrahita, Osvaldo. 1984. Algunas consideraciones sobre la palma de cera del Quindio y sobre la flor de mayo como símbolos nacionales. Ley Nro 61 de 1985, mediante la cual se adopta a Ceroxylon quindiuense como árbol nacional de Colombia.
Bernal, Rodrigo; Sanín, María José. LOS PALMARES DE Ceroxylon quindiuense (Arecaceae) EN EL VALLE DE COCORA,
QUINDÍO: PERSPECTIVAS DE UN ÍCONO ESCÉNICO DE COLOMBIA. Colombia Forestal, vol. 16, núm. 1, enero-junio, 2013, pp. 67-69 Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia
Bernal Rodriguez, Mauricio. El patrón de crecimiento de la palma de cera (Ceroxylon quindiuense). Bogota 2007. Trabajo de grado presentado para optar al título de biólogo
Bernal et al.: World’s Tallest Palm. PALMS Vol. 62(1) 2018